En 1984 frecuenté la casa de uno de los más grandes escritores argentinos, el santafesino Gastón Gori, autor de La Forestal, la tragedia del quebracho colorado, El Moro Aracaiquin, La Pluma incesante entre otros.
Gori junto a Alfredo Varela, autor de El Río Oscuro, marcó un camino en la investigación periodística, en las obras testimoniales, profundamente comprometido con los temas que hacen a una identidad.
Gori nos enseñó a escribir con pasión. Las tertulias de la tarde a puro mate se llevaban a cabo en el patio de su casa en pleno barrio Guadalupe, a metros de la costanera, bajo una parra, y de ese grupo salió Tupambaé, una serie de cuadernillos publicados. El mío se llamó Solferino y todos fueron prologados por él.
En la foto aparezco junto a él, a la izquierda. Hace 24 años.
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