martes, 4 de noviembre de 2008

El blogger y las espinacas

A modo de editorial



Quiero ser blogger y no me sale nada. A los 50 quiero serlo, y estoy paralizado. Bebo un café y arranco como un poeta a quien nadie lo lee. Empecinado.

El poeta quiere morir en la suya y sueña que es un rebelde y mantiene dos mundos: El que está dibujado a su medida y el otro. Los dos son caros. Por eso se gasta la fortuna de su vida escribiendo poemas malos que terminarán archivados en un basural cuando su cuerpo se pudra en un cementerio abandonado.

Eso lo consuela. No dejará herencia pesada a nadie, y todo se lo llevará puesto: En la panza, y en los sentidos.

Pero volviendo a mi empecinamiento. Estoy empecinado en ser blogger y traje para ello los vicios de otras épocas. Creo sólo en los placeres de la vida. Por eso volví a la siembra de espinacas, a los buenos tragos de ginebra o hesperidina o Amargo Obrero o cubata o ajenjo de mi amigo Sergio Silva, muerto como Dios manda: sin sed y escuchando a Tom W. Volví a los cafés de cualquier parte del mundo para beber infusiones de cualquier parte del mundo. Volví a caminar la noche de la mano de una cerveza. Volví a sentarme al atardecer para canjear miradas con pasajeras con destino incierto.

Pero en fin, quiero ser blogger a los 50.

Pero no tengo nada, ni hubo nada, pero nada qué hacer. Me decidí tarde por la siembra. Realmente tarde, tarde, muy tarde.

Y lo confieso, lo confieso sin rencor: Yo escribía en una máquina Olivetti cuando me enteré que los tonos verdes de una sola espinaca habían eclipsado a Jean Dubuffet.

¡Sí, a Jean Dubuffet!

¿Y qué? me prepió un fantasma con peinado particular.

El pintor, en el campo, con una sola espinaca, lejos de mí, creó su arte:

¡Uno; uno y bruto!

Y yo con la Olivetti, y después con la máquina de escribir eléctrica, y después con la computadora Commodore en un rincón del mundo.

Mientras tanto, Popeye se moría, y murió, después de gustar toda su vida, de comer toda su vida.

¿Qué?

¡Espìnacas!

Ahora bien, a medida de consuelo, debo admitir, o en realidad, pienso, que muchos hombres hemos nacido para repetir usos y costumbres, para repetir leyes. Leyes poco halagüeñas en agricultura. Aunque rebosa en mí, el deseo de hacerle una jugarreta a esta cuestión, y sembrar y sembrar en las agrias culturas.

¿Y sembrar qué? Me preguntaría algún desprevenido, o aquel fantasma de peinado raro.

Obvio, espinacas. Le respondería.

E Insisto quiero ser blogger a los 50.


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